Chocho, la lección que deberías haber dado a tu hijo tú, se la he regalado yo

Hoy me ha tocado hacer turno en el Hospital Punta de Europa, de Algeciras, Cádiz. Treinta o cuarenta personas delante de mi esperaban a ser atendidas. Pregunto: "¿Quién es el último?" - "Una señora que está ahí fuera, que ha ido a hablar por teléfono" - me responde un señor. "Seré el 41" - pienso. Abro mi ebook y me armo de paciencia.

A la media hora, con unas diez personas por delante, aparece una señora de unos 70 años, vestida de negro, con un fuerte olor a tabaco. Dice que ella había dado la vez al caballero, que había salido a hacer unas cosas. Asiento. Pero antes de que vuelva a retomar la lectura, abandona de nuevo la cola de Gestión de Usuarios.

Tras 45 minutos de espera, cuando apenas quedan tres personas, aparece de nuevo la señora, en este caso acompañada de su hija, en sus 40 años, moderna, vestida con motivos étnicos, de la mano un adolescente de color, supongo que adoptado. Se colocan junto a la señora, justo delante de mi. Abrazos y besos. Cuando se disponen a entrar, les paro y en voz alta pregunto:

- "Disculpe, ¿viene usted acompañando a la señora, o van a hacer dos gestiones diferentes? Porque si son dos gestiones diferentes va a tener usted que esperar su turno igual que lo he hecho yo y todas las personas de esta fila".

- "Son dos gestiones" - responde asombrada - "Ahora voy yo, es que esa persona es mi madre".

- "Mire usted. Esto no es así. Un turno por gestión, soy yo quien va después de su madre. Cuando he llegado, usted no estaba aquí. Esto no se debe hacer, por respeto a mi y a todos los que llevamos media mañana esperando nuestro momento para ser atendidos".

El adolescente presencia la escena asombrado. En la cola se hace el silencio. "Claro, es verdad" - dice alguien al fondo - "Eso no se hace".

Para rebajar la tensión, digo: "Mire, ya se lo he dicho. Esto no se debe de hacer. Pase si quiere, sepa usted que no se hace así" - Había que ver los ojos del chaval, que miraba absorto cómo un desconocido acababa de llamar la atención a su madre, de una forma educada y con toda la razón del mundo.

Avergonzada, la madre se echa a un lado y me deja pasar.

Hago mi gestión. Doy las gracias al funcionario. Me marcho.

Lo triste es que esa madre, en lugar de la educación, el civismo y el respeto que me inculcaron a mi mis padres, transmite a ese niño con su actitud todo lo contrario. La picaresca, la trampa, la falta de educación, la sensación de que puede hacer lo que sea o de que su tiempo es más valioso que el mío. Esa madre será la que vaya a los colegios a protestar del profesorado, a protestar de la falta de trabajo, de las pintadas en la calle y de la basura que dejan los chavales en los espacios naturales, porque detrás de cada árbol no va a haber una persona como yo, que vaya a llamarles la atención.

"Chocho, la lección que deberías haber dado a tu hijo, se la he regalado yo" - pienso, en su mismo idioma, al escribir esta entrada.

Foto: © elmiradordecastellar.com