Yo nací un dieciséis de septiembre
de mil novecientos veinticuatro,
miembro de familia numerosa
y allí empezó mi calvario.
De niño me gustaba
ir mucho al colegio
pero de ir tuve poco tiempo
por tener que trabajar
a muy temprana edad.
En todos los oficios del campo
tuve que trabajar,
pero mi profesión fue
de ovejas pastor.
De niño iba con vacas a orillas
del término de Cabanillas
y allí también iba una pastorcita
de aquel pueblo
y nos hicimos buenos amigos.
Estando haciendo el servicio militar
por distracción le escribí
y ella me contestó.
Por correspondencia nos hicimos novios.
Cuando venía de permiso,
iba a verla,
y con ilusión nos hacíamos
grandes promesas.
Cuando me licencié
empecé a trabajar de pastor,
y no tenía tiempo para verla
ni poderme desplazar.
Otra chica del pueblo
me empezó a gustar
y la tuve que abandonar.
Esta chica del pueblo
conmigo era muy agradable
y empezó a embaucarme.
Pero llegó un día que no sé por qué cambió
y yo por mi orgullo
le hice una mala acción
que nunca me perdonó.
Yo estaba enamorado de ella,
y varias veces intenté ver si
las paces con ella podía hacer,
Pero solamente desprecios
de ella soportaba.
Varios años estuve esperando,
a ver si con ella me podía reconciliar,
pero me fue imposible,
Y con la que es hoy mi esposa
empecé a alternar.
Sin ninguna ilusión de casarme con ella
pero la vi sencilla, trabajadora,
con tan gran corazón,
que para dejarla no tuve valor.
En el matrimonio nos llevamos bien,
trabajamos con ilusión,
para formarnos buen porvenir,
Y cuando lo teníamos formado,
el alzheimer la atrapó.
Aquello fue mi mayor desilusión.
Llegó un día en que tenía que cuidarla,
hacer la compra, la comida
y limpiar la casa,
hasta que llegó el día
que en la residencia nos acogieron,
de lo cual estoy muy agradecido
porque en ella estamos
muy bien atendidos.
(Se me eriza la piel al leer cosas así)