Ibamos los tres, Alex, Jose y yo, a ver al Madrid de las grandes citas.
Bandera, pipas, bocata y bota de vino. De pié, como se iba antes al futbol.
Al fondo norte del Bernabéu, ya que el sur estaba tomado por los Ultras.
Todo el encuentro, los 90 minutos, tuve que estar de lado. No cabía un alma.
Una gran nube en forma de columna, mezcla de vapor de agua y humo, ascendía hacía el cielo iluminada por unos gigantescos focos halógenos que convertían en verde eléctrico la superficie del terreno de juego.
¡Madrid, Madrid...! El Madrid de La Quinta del Buitre. Enfrente, la bestia negra.
Quedamos eliminados por los alemanes, como venía siendo habitual. Un partidazo.
En fin. La bandera recogida, abrigados para no coger frío, con apenas voz y cabizbajos, de vuelta por la calle General Perón, pensábamos una y otra vez por qué siempre que nos tocaba, nos eliminaba el Bayern.
El Bayern de Münich.
Así era fútbol.
Bandera, pipas, bocata y bota de vino. De pié, como se iba antes al futbol.
Al fondo norte del Bernabéu, ya que el sur estaba tomado por los Ultras.
Todo el encuentro, los 90 minutos, tuve que estar de lado. No cabía un alma.
Una gran nube en forma de columna, mezcla de vapor de agua y humo, ascendía hacía el cielo iluminada por unos gigantescos focos halógenos que convertían en verde eléctrico la superficie del terreno de juego.
¡Madrid, Madrid...! El Madrid de La Quinta del Buitre. Enfrente, la bestia negra.
Quedamos eliminados por los alemanes, como venía siendo habitual. Un partidazo.
En fin. La bandera recogida, abrigados para no coger frío, con apenas voz y cabizbajos, de vuelta por la calle General Perón, pensábamos una y otra vez por qué siempre que nos tocaba, nos eliminaba el Bayern.
El Bayern de Münich.
Así era fútbol.