De parásitos, rémoras y vagos. "Nadando" en un proyecto.



"Nadar" en un proyecto. Por la cara bonita. Curioso la cantidad de gente que pretende ganar dinero haciendo nada. Cuando digo nada, es nada. Cero. Todo el esfuerzo se centra en venderse a uno mismo, dejando a un lado las cualidades que se les supone. Bisturí e insecticida, siempre actuar cuando el parasitismo es manifiesto. Hay que eliminar el parásito. Sólo de esta manera se lograrán los objetivos para que al fin todo llegue a buen puerto. Lo dicho. De parásitos, de rémoras y de vagos. Mientras unos nadan, unos pocos mantienen todo a flote.

Ojo con los parásitos, hay muchos y los tengo/he tenido a todos a mi lado:

El trepa.
Tiene poca empatía con sus compañeros, lo que le permite seguir con su actividad sin establecer vínculos. Sin embargo, no dudará en engatusar a algún colaborador para llegar a lo más alto, su única meta.

El mandón.
Arquetipo egocéntrico que opina que su forma de hacer las cosas es la adecuada y no tiene en cuenta las de los demás. Si es un empleado piensa que si todo el mundo hace lo que él dice las cosas irán mucho mejor; si es un jefe, su incapacidad para escuchar a los demás le hará parecer despótico con sus subordinados.

El medallista.
Es el parásito por excelencia. Intentará apropiarse para sí mismo todos los triunfos colectivos y todavía creerá que esos méritos que se adjudica son suyos. El que nunca tiene la culpa. Se escuda en los demás y no duda en echar la culpa a sus compañeros. Es incapaz de asumir sus propios errores y teme el fracaso

El agobiado.
Éste es un parásito por accidente porque, aunque intenta ser eficaz y tener listo su trabajo, no maneja bien el tiempo ni el estrés y en muchas ocasiones sus compañeros tienen que asumir sus tareas. Además, puede contagiar su pésimo estado de ánimo al resto de la plantilla.

El despreocupado.
Es aquel que relativiza las cosas. Algo que no suele llamar la atención en épocas de bonanza, pero que en momentos de crisis demuestra que no está a la altura de las circunstancias. Al final, su incapacidad obliga al resto de compañeros a cargarse con más trabajo.

El seductor.
Sabe cómo utilizar a los demás para ahorrarse las tareas más incómodas. Este personaje lo hace de una manera tan sutil que son pocas las veces que no consigue lo que se propone

El depredador.
Este individuo no duda en utilizar mecanismos de dudosa ética para salvaguardar su puesto en detrimento del trabajo del resto. Es alguien poco comunicativo, individualista, reacio a la colaboración, políticamente correcto y gran escaqueador.

Los pelotas.
Cuando los halagos hacia tu trabajo son sistemáticos y sin fundamento, lo mejor es ignorarlos. De hecho, estas opiniones gratuitas hacen un flaco favor a tu competitividad, puesto que no contribuyen a detectar y mejorar posibles problemas propios del día a día laboral.

Los cotillas.
Son especialistas en difundir todo tipo de chismes y rumores, un hábito que enrarece y perjudica la atmósfera de trabajo y la buena relación entre los compañeros de oficina. La única receta para este tipo de parásitos es no hacer caso de sus comentarios y, sobre todo, no confiarles ninguna información delicada sobre la empresa. Aunque el arte de la rumorología se da en cualquier entorno de trabajo, desactivando a estos elementos subversivos tendrás mucho ganado.

Los vegetales.
Su apatía y su pasotismo se podrían considerar como una enfermedad congénita. Definitivamente, la proactividad no va con ellos, ni tampoco las ganas de realizar aportaciones positivas para intentar tirar del carro. Este tipo de parásitos difícilmente se integrará en un modelo horizontal de organización empresarial, donde las decisiones se tomen entre todos. En este caso, su aportación sería nula. Por si esto fuera poco, se limitan a hacer lo justo para que nadie pueda echarles en cara su actitud. En definitiva: están abonados a la ley del mínimo esfuerzo.

Los ladrones de tiempo.
Ya sea por su inagotable capacidad para hablar o distraer, no dejan de ser un lastre. ¡Cuidado!

Los pesimistas.
Imaginamos que ya los conoces: siempre ven la botella medio vacía y son incapaces de detectar nuevos modelos de negocio u oportunidades. Son otro cero a la izquierda.

Los estresados.
Un verdadero saco de nervios con piernas… y numerosos quebraderos de cabeza bajo el brazo. Van de un lado al otro como pollos sin cabeza y sólo aportan caos y desorganización.

Los ineficientes.
Necesitan un número exagerado de horas para sacar adelante el trabajo. Ya sea por falta de capacidad o porque son demasiado vagos, este tipo de trabajadores no convienen a nadie.

Los desactualizados.
Adquirieron toda su formación hace años (si no décadas), y han sido incapaces de actualizarse para dar respuesta a las necesidades de la empresa actual (sobre todo por lo que respecta a la ofimática, las redes sociales o los idiomas). Nuestro consejo: recomiéndales cursos que les ayuden a ponerse al día.