Cuando llega el periodo electoral compruebo la sarta de mentiras con que nos regalan todos y cada uno de los representantes de la clase política. No puedo más que sentir lástima.
Promesas y mentiras que saben que no van a cumplir, listas y deseos que saben de sobra que son mentira, a ellos les deben pesar. Les deben de pesar igual que al mal estudiante que acude a un examen que no ha preparado, con la necesidad de engañar. De copiar.
Sé de lo que hablo porque he sido uno de esos malos estudiantes, experimentando una y otra vez esa angustiosa sensación que no deseo volver a sentir. Sensación de angustia y de necesidad de la mentira para sobrevivir, sensación de suciedad espiritual como forma de vida, sensación de traspantojo de la vida real y de tener que fingir y disimular así un día y otro día más.
Me dan verdadera lástima todos cada uno de los políticos, y los que trabajan en la política que nos han tocado. No se salva ni uno.