En tu casa no hay espejos. Como en todas las casas de los que acostumbran a soplar las velas de las tartas en cumpleaños ajenos. Protagonistas, actrices, modelos, las estrellas de rock. No hay nada que mirarse, reina de la perfección soy.
"Buenos días, de tapillas."
"Buenas noches, de concierto"
"Ainssss, se me olvidó". Vale, adiós, se acabó.
Cuatro vinos, ocho tapas.
Yo, entre canción y canción.
Su delito, ignorarla esos dos días.
¿Y el suyo?, ¿No puedes llamar a ver cómo estoy?.
Lo que que le sanciona a el, a ella por supuesto, no.
Vale, libre elección.
Las 21.43 en mi coche son 22.22 en su casa, va a ser que no.
Intermitente a la derecha, dirección al balcón de África.
Silencio me pediste, silencio te doy.
Evito la tentación de indagar si duerme, sola, acompañada, ausente. Si vive con otro o no.
De desviarme, espiar como en Telecinco y Sálvame, su Biblia de la televisión
Si quieres otros brazos, otros besos, otra lengua y otra piel, tómalos.
Jamás serán como yo.
Primero un verso y luego un verso, y siempre la misma canción.
Cualquier canalla con perilla, y zarcillos de latón viene y le hace los coros.
Y le entrega el corazón. Y si es calvo, mejor.
Lo siento, pero, yo no.
22.23. Santa fe... ya pasó, ya pasó...