“Sé que me queda menos por vivir de lo que he vivido.
Me siento como un niño al que le han regalado una caja de bombones. Disfruta comiéndolo, y cuando ve que no queda mucho, empieza a comerlos con un sabor especial.
No tengo tiempo para interminables conferencias sobre leyes públicas, nada cambiará. Y no hay deseo de discutir con los tontos que no actúan de acuerdo a su edad. Y no hay tiempo para pelear con gris. No asisto a reuniones donde se inflan los egos y no soporto a los manipuladores.
Me molestan las personas envidiosas que intentan calumniar a quienes son más capaces de arrebatarles sus puestos, talentos y logros.
Tengo muy poco tiempo para discutir títulos: mi alma tiene prisa.
Quedan muy pocos dulces en la caja.
Estoy interesado en la gente humana. Las personas que se ríen de sus errores son las que tienen éxito, las que entienden su vocación y no se esconden de la responsabilidad. Que defiende la dignidad humana y quiere estar del lado de la verdad, la justicia. Para eso es la vida.
Quiero rodearme de personas que sepan tocar el corazón de los demás. Quien, a través de los golpes del destino, supo levantarse y mantener la suavidad del alma.
Sí, tengo prisa, tengo prisa por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar. Me comeré todos los dulces que me quedan, sabrán mejor que los que ya me he comido.
Mi objetivo es llegar al final en armonía con Dios, conmigo mismo, y con mis seres queridos".
Autor: Mario de Andrade