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El renacer no puede construirse sobre imitaciones baratas
Lancia no es solo una marca. Es una institución. Es la elegancia de un Flaminia Coupé, el ingenio técnico de un Fulvia HF, la bravura de un Delta Integrale rugiendo en Montecarlo, el aura mítica de un 037 derrapando sobre grava en Finlandia. Lancia es Italia en estado puro, el arte del automóvil convertido en carácter.
Por eso duele ver cómo Stellantis pretende resucitarla con una simple reinterpretación estética de un utilitario ya existente —léase Citroën C3, Peugeot 208 u Opel Corsa— llamándolo Ypsilon como si el nombre fuera suficiente para devolver el alma. No lo es. Y no lo será jamás.
Lancia no puede permitirse renacer como una sombra. Su retorno debe ser un manifiesto. Un golpe en la mesa. Un rugido inconfundible que deje a la industria sin aliento.
¿Qué debe hacer Lancia?
Sacar dos vehículos impecables, auténticos estandartes del diseño y la ingeniería italiana, que devuelvan el respeto y la emoción que siempre provocó la marca. Proponemos uno como punto de partida:
Lancia 037 Integrale Evo.
No una simple reinterpretación retro, sino un coche que herede la esencia del original con la radicalidad de proyectos como el Kimera EVO37.
- Motorizaciones Ferrari (como ya ocurre en algunas sinergias del grupo)
- Híbrido de altas prestaciones, con sistema 4x4 inteligente
- Cambio secuencial robotizado de 8 marchas
- Un diseño que no pida permiso, que imponga respeto
- Interior analógico, con materiales nobles: cuero, aluminio, instrumentos de aguja
- Un coche indomable, elegante, exclusivo
- Un producto premium sin concesiones
Solo así Lancia podrá volver a ser lo que fue. O mejor aún: lo que nunca debió dejar de ser.
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"La aventura es la única manera de robarle tiempo a la muerte".
Paul-Émile Victor.